El cortafuegos roto: Por qué el fallo sistémico nunca es un accidente y por qué su cumplimiento es su única barrera

TL;DR: Hace veinte años, la reputación de Hong Kong en materia de seguridad de la ingeniería se basaba en un riguroso sistema de conformidad y procesos de influencia británica. Hoy en día, esa reputación se está desmoronando bajo el peso de la "podredumbre sistémica": un patrón de aumento de los accidentes, dilución de la responsabilidad y concentración en los costes por encima de la seguridad. Esto no es sólo una historia de Hong Kong; es una advertencia para todos los líderes empresariales. Cuando un sistema permite que los errores queden impunes, no sólo fomenta más errores, sino que incuba activamente la siguiente catástrofe. Este artículo analiza por qué una cultura de cumplimiento riguroso no es "burocracia", sino el único cortafuegos ético y estratégico que protege a su organización del colapso.

James aquí, Director General de Mercury Technology Solutions.

Si hace veinte o treinta años me hubieran dicho que Hong Kong iba a ser testigo del tipo de fallos catastróficos de ingeniería que vemos hoy, no les habría creído. Incluso siendo una persona pesimista por naturaleza, tenía una fe inquebrantable en las normas industriales y de construcción de Hong Kong.

En mi juventud, cuando estudiaba ingeniería, mis profesores nos inculcaban un hecho: La adhesión de Hong Kong a las normas de ingeniería británicas nos daba un "coeficiente de seguridad" un 20% superior al de nuestros vecinos. No se trataba sólo de orgullo nacional; era la razón por la que nuestros edificios resistían tifones e incendios mientras otros se derrumbaban. Nos enseñaron que la seguridad no era una sugerencia, sino una religión. Te cortabas el pelo en el taller. Comprobabas el botón de parada de emergencia antes de encender un torno. Nunca te saltabas un paso.

Por aquel entonces, cuando la base manufacturera de Hong Kong se trasladó a China continental, a menudo nos decían que nuestros costes eran demasiado altos porque esta obsesión por la seguridad y los procedimientos. Lo llevábamos como una insignia de honor. Hong Kong no era una "tierra afortunada" por el feng shui; era afortunada porque pagábamos la prima del rigor.

La erosión del miedo: cuando la seguridad se convierte en "burocracia"

Crecí con un miedo sano e inculcado a los accidentes laborales. Sabía que un descuido momentáneo en una sierra de cinta significaba una mano amputada. Sabía que un suelo mojado podía significar una lesión que cambiara la vida del sostén de una familia, sumiendo a todo un hogar en la pobreza durante una generación.

Este miedo generó una cultura de meticulosidad. La seguridad no era una molestia; era el cortafuegos entre la vida y la ruina.

Pero en algún momento de la última década, ese cortafuegos empezó a resquebrajarse. El escándalo del plomo en el agua fue el primer temblor. Pero lo que realmente me aterrorizó no fue el incidente en sí, sino la respuesta sistémica: la búsqueda de un chivo expiatorio, no de una solución.

Todos conocemos el guión. Se produce un desastre. Se identifica un "punto de ruptura": un contratista de bajo nivel o una pieza defectuosa específica. El martillo legal cae sobre ese punto de ruptura, se apacigua la ira pública y el sistema que permitió que se produjera el fallo permanece intacto.

Esta es la definición de Pudrición Sistémica.

Cuando el techo de un pabellón deportivo universitario se derrumba a plena luz del día -sin terremoto, sin tifón- y la investigación posterior concluye que nadie es penalmente responsable, el mensaje que se envía al sector es escalofriantemente claro: La competencia es opcional. La responsabilidad es un mito.

La falsa economía de la "eficiencia

En las empresas, a menudo hablamos de "reducir la burocracia" para aumentar la eficiencia. Pero hay que distinguir entre la sobrecarga burocrática y las salvaguardias estructurales

En el mundo de la ingeniería, cada inspector de seguridad, cada comprobación redundante y cada negativa a utilizar el material más barato es un "coste" Pero es un coste que pagamos para evitar el coste infinito de una vida destruida o un edificio derrumbado.

Cuando empezamos a ver estas salvaguardas como ineficiencias que hay que optimizar, no estamos innovando; estamos apostando. Y a diferencia de un casino, estamos jugando con la vida de otras personas.

El aumento de los accidentes industriales mortales en Hong Kong -las puertas que se caen, los ascensores que caen en picado, los trabajadores aplastados- no es una serie de desafortunados sucesos aislados. Es una línea de tendencia estadística que grita que el sistema se ha degradado. Hemos permitido que el "afán de lucro" prevalezca sobre el "afán de seguridad", creando una carrera a la baja en la que los más imprudentes ganan la licitación.

La corrupción del sistema operativo

Esto me recuerda a la corrupción que asoló a la policía de Hong Kong en los años sesenta. Por aquel entonces, la corrupción no era un acto de unas pocas "manzanas podridas"; era el sistema operativo de todo el cuerpo. Atrapar a unos pocos agentes de bajo nivel no servía de nada porque el sindicato simplemente los sacrificaba como coste de hacer negocios.

Hizo falta una intervención externa radical -la creación de la ICAC (Comisión Independiente contra la Corrupción) y las draconianas "Órdenes de Riqueza Inexplicable"- para romper el sistema. No se limitaron a atrapar a los delincuentes, sino que cambiaron las reglas del juego de modo que la antigua forma de operar se hizo imposible.

Hoy nos enfrentamos a una corrupción similar, aunque más sutil, en los sectores de la construcción y la ingeniería. No se trata necesariamente de sobres con dinero en efectivo, sino de una corrupción de las normas. Es la cultura de "mirar para otro lado". Es la filtración de los programas de inspección. Son las interminables advertencias sin ninguna acción coercitiva.

Es el "escudo burocrático" que utilizan los grupos de interés para proteger sus márgenes a costa de la seguridad pública.

Conclusión: El cumplimiento es su único foso

Para los líderes de cualquier sector, la lección es dura.

Si se permite una cultura en la que se recompensa el recorte de gastos, en la que se valora más "hacerlo todo" que "hacerlo bien", se está construyendo la propia catástrofe.

Los grupos de interés -ya sean los corruptos sindicatos policiales del pasado o los gigantes de la construcción actuales que maximizan beneficios- siempre intentarán optimizar el sistema en su propio beneficio. Son como el moho; se infiltrarán de forma natural en cualquier rincón húmedo y oscuro de tu organización.

Tu trabajo como líder es ser el blanqueador.

Debe iluminar implacablemente el proceso. Debe castigar el fallo del proceso, no sólo el fallo del resultado. Debe darse cuenta de que su cumplimiento interno -su rigurosa adhesión a sus propias normas- no es una carga. Es el único foso que protege su reputación, su gente y su futuro del inevitable colapso que sigue al compromiso.

La próxima catástrofe ya está prevista en el sistema. La única pregunta es: ¿estás haciendo todo lo que está en tu mano para evitarlo?

El cortafuegos roto: Por qué el fallo sistémico nunca es un accidente y por qué su cumplimiento es su única barrera
James Huang 28 de noviembre de 2025
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